martes, mayo 05, 2009

Desde Las Termópilas


EL JUICIO DE LA HISTORIA

Por Alonso Molina Corrales

Solo la perspectiva que dan los años, puede contribuir a la claridad y la justicia del juicio que se haga sobre la vida y obra de los hombres públicos.

Ni el “bochinche”; del que hablaba Francisco Miranda cuando fue entregado por Bolívar a los españoles y que se refería a la pendencia política menuda, mezquina y coyuntural, que pasa por encima de la honra de las personas; resiste el escrutinio del correr de los años, que permite el apaciguamiento de los ánimos, el balance mesurado de las acciones de los protagonistas y la frenética sucesión de planteamientos y hechos que modifica las orillas a lo largo de las cuales se alinean y enfrentan los antagonistas. No en vano se dice que el tiempo es como un río, que al igual que aquel, no echa para atrás pero si serpentea modificando el entorno que cruza.
La luz que aportan los años nos muestra en su real dimensión la obra de los protagonistas de la vida política a todo nivel. Las aristas del carácter se liman o se les valora como el tributo a una vida afrontada con intensidad o dedicada a una causa. Los enemigos del pasado olvidan los agravios y resaltan las formas gallardas del viejo contradictor.

Todo lo anterior se acentúa, si el examinado en el tribunal de la Historia ya no es del mundo de los vivos.

Estas reflexiones vinieron a mi mente, cuando las naves de la llamada “Iglesia de San José”, estallaron en un aplauso unánime para despedir los despojos mortales del último barón electoral de Risaralda, Oscar Vélez Marulanda, quien con su partida definitiva cerraba un dilatado capítulo de la historia política de la región.

En el templo y durante la velación de los restos, desfilaron todos los que fueron y aún respiran y los que son en el ámbito de la política y los asuntos públicos; así como los pares de clase del difunto y la pobrecia que conoció la generosidad de su mano. Olvidadas estaban ya las batallas del pasado y las heridas propinadas con odio apocalíptico, cerradas y borradas, gracias a la relatividad a la que está sometido ese oficio de príncipes y a la benevolencia de un juez que conoce la frágil condición del hombre y sus obras.

Oscar Vélez Marulanda fue un hombre de su tiempo y de su tierra. Se movió en un escenario convulso y no fue ajeno a esa realidad, dentro de la cual construyó una jefatura incuestionable y omnipresente y su declinar político fue la expresión de las grandes transformaciones que trajeron consigo el bipartidismo hueco del Frente Nacional, las guerras de los ochentas y el despuntar de un nuevo orden político determinado por la elección popular de alcaldes y la Constitución de 1991.

También fue el epítome del pereirano clásico. Emprendedor y comprometido con el destino de su terruño, su papel como gestor del desarrollo industrial de Pereira es una lección sobre cómo puede ponerse el poder y la gestión política al servicio de los altos intereses de una ciudad.
Por eso, al prever el más dulce de los veredictos para “El Plumón”, por parte del tribunal de la historia, se me viene a la memoria una frase que Víctor Paz Otero le atribuye al Libertador en su novela “Bolívar, Delirio y Epopeya”: “Ser eterno es haber sido”.
Escucho a lo lejos una carcajada burlona.

1 comentario:

Emilio Alvarez M. dijo...

Dr. Molina, felicitaciones por tantas frases sabias compiladas que hacen
de Usted, aun que con tan poca edad cronológica, un conocedor de la vida y la humanidad.

En cuanto al Dr. Vélez ya se escuchan y corrovoran, sobre todo por quienes por alguna razón participamos de sus andanzas de fondo politico y humano con gentes de nuestra comarca y familia, las acciones que siempre hablarán de su paso por este espacio y tiempo de Dios.