lunes, julio 31, 2006

El Correo #23


Pereira, Julio 7 de 2006 #23

Apuntes del Editor

Tras quince años de vigencia

LA DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN ES LA MISIÓN HISTORICA DE LOS COLOMBIANOS DEL SIGLO XXI

Todavía resuena el eco de las reiteradas diatribas del doctor Fernando Londoño Hoyos contra las instituciones de la Constitución Política de 1991, cuando oficiaba como Adelantado del entonces Presidente electo de Colombia, Álvaro Uribe Vélez y después, cuando ya despachaba como Ministro del Interior y de Justicia.

Para ese momento, no era claro si los disparos contra la institucionalidad que representa la carta fundamental provenían del armero particular del funcionario, en un arrebato de imprudencia o eran originarios del arsenal del propio Presidente Uribe, interesado también en acertarle al jabalí. Ahora hay mayores certezas:

Una norma incomoda
Hoy sabemos por las obras del régimen, que podría ser más cómodo para el mandatario una carta política menos garantista, despojada quizás de lo que Londoño Hoyos llamó “resabios procesales” y que no son otra cosa que los derechos y las herramientas que para su defensa y realización incorporó la Asamblea Nacional Constituyente al ordenamiento jurídico nacional.
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Pruebas
Prueba de lo anterior, son los proyectos de acto legislativo que se cocinan en el Palacio de Nariño y que pretenden introducir reformas a la acción de tutela, la más célebre hija de la Carta del 91, y el interés del mandatario por terciar en el enfrentamiento entre la Corte Constitucional y las demás instancias superiores de la rama judicial del Poder Público, por el tema de la acción de tutela contra sentencias de los jueces. Un encuentro que con ese propósito y a puerta cerrada se efectuó hace pocas semanas, entre el Presidente de la República y los magistrados, dejó un mal sabor y sus últimas declaraciones sobre su decisión de ser imparcial frente a ese tema, confirman lo razonable de esa sensación.

También obran como material probatorio la misma introducción de la reelección presidencial, sin disponer lo necesario para garantizar que los pesos y contrapesos característicos del Estado de Derecho funcionen en debida forma y el desprecio por la autonomía de las entidades territoriales, cuyas instituciones se ven atropelladas y expuestas cuando el Presidente resuelve demostrar, en los Consejos Comunitarios, que si sabe mandar, incluso más allá de sus propias facultades.

Su espíritu asusta a los delincuentes
Así las cosas, es claro que a pesar de sus floridos quince años de vida, la Constitución de 1991 y en particular algunas de sus instituciones más importantes están en la mira de quienes, enarbolando la bandera del Estado Comunitario, sueñan con que éste sea pequeño, insensible e irresponsable. Como quien dice, la amenaza contra la visión de futuro que de manera concertada y participativa se pactó hace quince años sigue latente y hoy más que nunca, cuando Uribe Vélez se apresta a iniciar su segundo mandato.

La vigencia del Estado Social de Derecho fundado en el respeto de la dignidad humana, es un dedo que acusa a todos aquellos sectores que han construido su poder y su riqueza hollando lo más sagrado. Todo el que ha matado, perseguido, desplazado, expoliado, hurtado, defraudado, desaparecido, prostituido y traficado para medrar y aumentar sus privilegios, es expuesto sistemáticamente por un ordenamiento jurídico como el nuestro, que inoperante ahora, podrá ser en el futuro implacable con los bandidos, si todos nos comprometemos con la lucha y con la realización de los fines esenciales del artículo 2º de la Constitución Política de Colombia.

Sigue siendo el camino
El apetito que despierta nuestra carta en sus enemigos, es la evidencia de que el horizonte trazado en ella, gracias a la gran labor de la Asamblea Nacional Constituyente, es el que debe concitar las voluntades de todos nuestros estamentos sociales y convertirse en el gran propósito nacional o la visión de futuro reclamada por quienes han denunciado que no tenemos rumbo.

Por el contrario, sí lo tenemos y desde hace quince años, fruto de la concertación y no de una derrota y habla de la construcción de un Estado que asegure la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, pues solo esos propósitos justifican su propia existencia.

Hacer realidad ese Estado y la realización y preservación de los bienes jurídicos que promulga, se convierte entonces en el reto capaz de unir en un solo haz, a las generaciones que coincidimos en este lugar y en este tiempo. Es, indudablemente, nuestra misión histórica, la de los colombianos del siglo XXI.
En defensa del Estado Social de Derecho
Consecuentes con el deber de cerrar filas en torno al Estado Social de Derecho, de sus principios y garantías y de sus instituciones, un grupo de comunicadores sociales, periodistas, abogados y profesionales de la educación, han creado la Corporación Pro Homine, cuyo lema “para que sus derechos se realicen”, es un compromiso con la defensa de las facultades otorgadas por la Constitución de 1991 a la totalidad de los colombianos.

Aprovechando las competencias y habilidades de estos profesionales, Pro Homine orientará sus esfuerzos a la producción de material comunicacional que contribuya a la promoción de los derechos consagrados por nuestra Constitución Política y de sus mecanismos de defensa, así como de la divulgación y la utilización de las herramientas de participación ciudadana contemplados en el mismo texto normativo superior.

Desde ya El Correo le augura mucho éxito a la nueva organización y adhiere a los propósitos que la animan.

BAGATELAS
Periodismo para la memoria

Por Alonso Molina Corrales

La noche del 4 de julio de 1991, cuando los tres presidentes de la Asamblea Nacional Constituyente, Álvaro Gómez Hurtado, Antonio Navarro Wolf y Horacio Serpa Uribe, leyeron en coro la frase sacramental que promulgó la nueva Constitución Política de Colombia, fuimos testigos, en vivo y en directo, de un acontecimiento sin precedentes en la historia de esta nación.

Las cartas políticas anteriores, incluyendo la de 1886, que la literatura dotó de perfiles míticos, habían sido la consecuencia de imposiciones apuntaladas con bayonetas u obedecían al ascenso de un determinado grupo de poder, que necesitaba moldear el ordenamiento jurídico nacional a la medida de sus necesidades. En síntesis, eran las Constituciones dictadas por los vencedores para someter a los vencidos.

La de 1830, llamada por algunos como nonata porque vio la luz cuando la Gran Colombia había dejado de existir, fue la de los amigos del Libertador Simón Bolívar y la de 1832, la de los afectos al General Francisco de Paula Santander. La de 1843 nace bajo el violento influjo de quienes se impusieron en la Guerra de los Supremos, mientras que la de 1852 es promulgada por quienes se opusieron a la dictadura del General José María Melo y sus aliados los artesanos. La de 1863 o de Rionegro, fue la carta política de los liberales radicales que habían dirigido la única revolución triunfante en la historia de Colombia contra el régimen conservador de Mariano Ospina Rodríguez y la de 1886 es la expresión del triunfo militar y político de Rafael Núñez, los conservadores y su Regeneración.

Por el contrario, la de 1991 era el resultado de un gran consenso logrado dentro del ámbito de una Asamblea Nacional Constituyentes, elegida en forma popular por los ciudadanos e integrada por setenta y cuatro delegatarios provenientes de todas las fuerzas políticas y organizaciones sociales interesadas en la búsqueda de salidas políticas a la crisis institucional del decenio de los ochentas.
Tal vez por eso, la media lengua de Navarro Wolf, el modulado tono de Gómez Hurtado y el dejo santandereano de Serpa Uribe, crearon aquella noche de julio de 1991, la mejor de las armonías, aquella que debería servir de fondo a la portentosa sinfonía de una Nación en marcha hacia el más promisorio de sus futuros.
La Columna de Marulo

Alberto Lleras Camargo, el periodista memorable

Por: Edison Marulanda Peña

Para entender y valorar el periodismo del siglo XX, no sólo de Colombia sino de América, es imprescindible conocer la obra del periodista Alberto Lleras Camargo (1906-1990).

Este colombiano de la generación de Los Nuevos (Germán Arciniegas, Luís Tejada, Hernando Téllez, Jorge Zalamea) se distinguió por ser un intelectual y un demócrata que pensaba, escribía y actuaba inspirado por los valores de la razón y la libertad. Como hombre moderno, comprendió que la democracia real y la modernidad estaban por construirse en un país donde prevalecían el fanatismo religioso, la intolerancia política y el poder se entendía como dominación y no como herramienta para edificar la justicia y la igualdad de derechos, que conducen a la paz.

Su tarea permanente de humanista y escritor público lo llevó a ser fundador de medios como la revista Semana en 1946 y ser laureado por la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, por su columna de la Revista Visión -de México- donde escribió hasta la mitad de los años 70, cuando se enteró que el dictador Anastasio Somoza había adquirido un paquete de acciones; Lleras Camargo renunció de manera irrevocable, siendo consecuente con su moral de demócrata.

De su huella perdurable en el arduo y solitario mundo de las letras y sus aportes a la construcción de la civilidad en nuestro continente, dan testimonio algunos reconocimientos: el 8 de abril de 1960, en solemne acto, le fue conferido por la Universidad johns Hopkins de Baltimore, el título de Doctor Honoris Causa; el 28 de julio del mismo año fue recibido como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua; en 1963 la Universidad de Antioquia le otorgó el Doctorado Honoris Causa en Ciencias Morales y Políticas; el 13 de diciembre de 1973 recibió el Premio de Derechos Humanos del Congreso Judío Latinoamericano; en 1981 le entregaron el Premio “Simón Bolívar” por toda una vida dedicada al periodismo.

El Correo y este columnista, se suman al justo tributo que el país le hace, al haberse cumplido el 3 de julio el centenario de su nacimiento en Bogotá.

El texto que hoy compartimos, plantea una reflexión sobre el papel del escritor en una sociedad abierta y lo ejemplifica con Jorge Luis Borges, incomprendido y atacado por no hacer militancia política:
COMPROMISO DEL ESCRITOR

Por: Alberto Lleras Camargo


Borges, ciego, llega conducido por sus amigos, a la Universidad de Columbia, en Nueva York, y desde la calle alguien vocifera contra el autor de El Aleph por razones desconocidas, pero presumibles. Más tarde, en una mesa redonda de escritores latinoamericanos, se le pregunta, en tono contencioso por qué no escribe sobre la guerra de Vietnam o sobre la pobreza. Jorge Luis se limita a decir que sería igualmente válido que se le reprochara por qué no escribe sobre César o Jorge V. Advierte que él escribe sobre lo que sabe y sobre sus temas. Es una manera sencilla de hacer a un lado despectivamente la cuestión que parece preocupar tanto a los literatos de la onda revolucionaria. Que quieren que todo el mundo esté comprometido con un modo común de sentir, de ver, de pensar, siempre que sea el suyo. Un escritor como Borges que ha dedicado su laboriosa existencia a la poesía, al acrónico relato de las aventuras de los seres imaginarios, a todo lo que no ha existido jamás fuera de los libros, los suyos y los ajenos, les parece, pues, un descastado, un vagabundo, un hombre sin notable utilidad.

Lo que realmente quieren los escritores comprometidos es que quien quiera que se siente a escribir se coloque de antemano en una posición que subordinaría buena parte de la literatura y de la poesía a un programa político de protesta. No hay mucha diferencia entre esta posición y las estrechísimas alternativas que tiene un escritor soviético o chino para expresarse. Sólo que esa conducta, en su caso, sería adoptada libremente, lo que la hace, si algo, menos lógica y digna. El artista, en general, es un creador de universos imprevisibles y someterlos a la dialéctica de las plataformas políticas es destruir, ante todo, su gracia. Un gran escritor puede ser, y no pocas veces ha sido, políticamente eficaz. Borges mismo, presionado por la insolencia del peronismo, tuvo su minuto de acción. Pero el escritor siempre debe conservar su libertad de creación que los exégetas de la nueva izquierda someten a torturante disciplina y a una investigación tan rigurosa como la que Lenin imponía a los escritos filosóficos o políticos de sus compañeros y adversarios. Las desviaciones de la línea revolucionaria no pueden ser, no serán jamás, un crimen estético, pero los comprometidos las juzgan así. No hay mucha diferencia a pesar de las distancias enormes de cultura, entre la manera como reaccionan los escritores comprometidos y los músicos que se han entregado a la canción de protesta. Cualquiera puede hacer una mala canción y cantarla mal con tal de que la letra sea de protesta, contra algo.

Recuerdo que en mi juventud, -helas, bien lejana- el teatro de tesis hizo su aparición. En Francia y en España no se oían sino sermones sobre todas las cosas, y el latiguillo, que era la demagogia rampante, en vez de sacudir a los espectadores, los adormecía tediosamente. No hay nada tan fugaz como un predicador y, sin darse mucha cuenta, los comprometidos quieren que sean así los escritores. Es bien sabido que Carpentier, el genial novelista cubano, es de extrema izquierda, porque de otra manera sería mal mirado por los militantes izquierdistas. Pero Carpentier es intemporal, tanto como Borges o como García Márquez y creador de universos que están fuera de la lógica política y de la línea revolucionaria. Y eso, precisamente eso, es lo que quiere el lector, ansioso de escaparse de la obra de arte, sometida a los rigores de la dialéctica. También de los trucos que notoriamente se preparan para que sobrevenga la aprobación de los clanes políticos, de los grupos de izquierda, siempre a la expectativa de cualquier desviación doctrinaria.

Borges no es, ciertamente, y por fortuna un escritor comprometido. Sus opiniones sobre Vietnam y la miseria no tendrían, por otra parte, mucho valor e importancia. Su reino no es de este mundo. Pero, ¿es por ello Jorge Luis Borges menos indispensable?

Paradójicamente hay un sector de la vida intelectual que está resultando cada día más impermeable a la ola de fanatización y a la demanda de compromiso. La esfera política a la cual le correspondería profesionalmente resolver los problemas de la miseria y de la guerra, es el sitio donde hoy nadie se compromete, nadie quiere comprometerse, y a la cual no se le exigen definiciones. Cuando ya no se puede ir a un teatro, o a un cine, casi ni a un encuentro de boxeo sin que se obligue al espectador cautivo a que tome partido, las reuniones políticas y las propias cámaras son el sitio predilecto de quienes no quieren comprometerse.
Los discursos en la plaza pública y en las corporaciones del Estado son un hábil ejercicio para eludir la confrontación que en cambio se le ofrece a los espíritus religiosos cuando quiera que entran a una iglesia. Pero el universo de las letras se ha llenado de políticos frustrados. Ni la política, ni la literatura han ganado nada con este intercambio de objetivos, pero éste ha contribuido a echar un poco más de confusión en una época ya de por si eminentemente compleja. Así el pobre ser humano que quisiera pasar un rato en el misterioso ámbito de las letras, sin ninguna conexión con la realidad, encuentra esta última condición plenamente llenada por los editoriales de los diarios y los discursos de los Congresos. Es como si en una ciudad se hubieran cambiado todas las observaciones del tránsito, los nombres de las calles y los números de las casas para desorientar al enemigo.


Revista Visión, México D.F., Mayo 8 de 1971
El Sueño en Vigilia

DICCIONARIO DE LA IRREAL ACADEMIA DE LA LENGUA VIPERINA

Por: Alvaro Camacho Andrade

Abrebocas: Odontólogo
Alamedas: Me das libertad
Amparado: Sindicalistas
Atípico: Te doy un beso
Atormentados: Dos mentas para el dios nórdico del trueno
Automática: Arreglo floral para el carro
Autorizar: Hacerse uno mismo la permanente
Bucólico: Fantasma con dolor de estomago
Canario: Pastor alemán
Cantimplora: El perro pide comida
Cimiento: Acepto mi falta
Contusa: Mazorca
camachoalvaro@yahoo.es

AGRADEZCO EL REENVIO DE ESTE MATERIAL Y LA PRESENTACIÓN DE NUEVOS CORRESPONSALES. TAMBIEN ESPERO COMENTARIOS Y APORTES PARA ENRIQUECER ESTE CORREO Y ESTE DIÁLOGO.

alonsomolinacorrales@yahoo.com

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