lunes, abril 12, 2010

Columnista invitado

LA EDUCACIÓN, LA REDENCIÓN DE COLOMBIA
Por Danilo Mejía
Más de cincuenta años en medio de esta guerra y siempre esperamos que cada nuevo gobernante nos saque de ella. Es más de medio siglo con falsas esperanzas. Si hemos visto sometidos nuestro derecho a una verdadera paz durante todo este tiempo, seguramente podremos soportar nuevas crisis con tal de salir del atolladero.
Una de las propuestas lanzadas consiste en la venta del 15% de Ecopetrol para invertirlo en educación (yo reclamaría más); ello se constituye en una seria opción para que este país lleno de gente buena, pero que ignora lo que se esconde detrás de cada aspiración (porque la educación es una suntuosidad), se llene de un nuevo aliento. No son los temas sociales, ni culturales, ni económicos, los que le interesan a los cotidianos candidatillos de turno, sino sus intereses personales y la defensa de los grupos económicamente poderosos (Sistema financiero –UPAC UVR-, grupos de empresarios y demás) que costean sus campañas. Es un círculo vicioso.
Colombia necesita de un proceso de reinvención y no es más que a través de la verdadera revolución educativa. Claro, sacrificaremos lo que siempre hemos sacrificado, pero con un futuro promisorio asegurado y no con lo que ahora y siempre se nos ha ofrecido: el anhelo de ver lo que jamás hemos visto, ni veremos.
Un país bien educado piensa, elige por quien votar porque no subyuga su elección al motor del politiquero que es la ignorancia del pueblo. Un colombiano bien educado es difícil de convencer, no será presa fácil del aspirante (también ignorante), que lo quiere convertir en marioneta, ni del delincuente brutal que le quiere hacer creer que el homicidio y el narcotráfico, son la mejor manera de protestar ante el estado. Este ciudadano planea las obras con la mejor materia prima y eleva los estándares de calidad en los resultados de su profesión. Un colombiano bien capacitado, saca provecho del mercado con mesura capitalista, sin estar anquilosado en el deseo fútil de un anacrónico comunismo.
Un ingeniero civil o un arquitecto bien estructurado desde su niñez, labrará carreteras y edificios con el mejor cemento y no permitirá que sus castillos se derrumben. Hoy lo permiten, porque las casas en el aire que construyen, se convierten en la necesidad social que justifica la próxima promesa de su candidato. Un colombiano bien educado, exigirá que la infraestructura no viva solamente el lapso entre estas elecciones y las siguientes. Un colombiano bien educado y culto, no permitirá que se insulte su inteligencia al hacerle planteamientos estúpidos para conquistar su voto; por lo mismo, no venderá su conciencia. Un candidato con educación, sería un mejor postulante, un mejor congresista, un mejor político; un ciudadano con educación, será un mejor juez, un mejor policía, un mejor colombiano. Así los padres no permitiremos que a nuestros hijos los eduque una novela con libretos extravagantes y los adolescentes no idolatrarán ni verán en los actores y cantantes, el prototipo a seguir para forjar su futuro; de igual forma, criticarán con autoridad el contenido banal de los faranduleros canales televisivos. Con educación subirán los ingresos, se incrementará la producción, no se aspirará a cargos bajos y se demandará del mercado una mejor oferta laboral.
Un ciudadano capacitado, no dará tregua a la violencia y no se consumirá desvanecido en la sangre de su prójimo, ni en las páginas amarillistas de los periódicos; menos entonces, servirá de escudo a los intereses mezquinos de los sectores adversos. Una Colombia educada será una Colombia en paz, con un campo abierto a la producción y campesinos educados sin temor a ser asesinados.
Ni Mockus ni Fajardo, ni Noemi ni Santos, ni Petro ni Lleras, ni Pardo ni Araujo, son la solución. Sólo hay una: La educación. Evaluemos cuál es la mejor propuesta.
Un colombiano bien educado en el pasado, no hubiera depositado su voto por quienes nos han gobernado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me imagino viendo el mejor de los futuros, cuando los adultos de hoy, pobres y harapientos pero con esperanza, veamos los rios de jovenes caminando hacia sus colegios y universidades.