viernes, mayo 28, 2010

Criterios Liberales

RESPUESTA PARA UN PESIMISTA
Por Alonso Molina Corrales
Alguien me preguntaba qué si no estaba nadando contra la corriente al insistir en apoyar la propuesta política liberal de Rafael Pardo Rueda y en trabajar por el fortalecimiento institucional de ese partido a nivel local. Me decía el escéptico que nuestra formación está en desbandada y que la prolongada orfandad de poder muy pronto determinaría la deserción de los pocos dirigentes que quedan, si es que ya no se han ido silenciosamente. Agregaba a su diatriba que son ínfimas las posibilidades de nuestro candidato de llegar a la segunda vuelta presidencial.
Recordé entonces cuando decidí aspirar al Concejo de Pereira como liberal y en representación de muchos liberales, entre otros, y la forma como descarté hacer parte de listas “menos complicadas” – como si algo fuera fácil en política-, pues concluí que la postulación obedecía a la adhesión de mis amigos, simpatizantes y la mía propia, a un legado lleno de historia, realizaciones e ideas para materializar en el futuro a favor de Colombia, Pereira y Risaralda.
Cuando pensé en la historia, recordé los desiertos que cruzaron los viejos radicales del siglo XIX, compelidos a tomar las armas para no ser exterminados; la soledad del general Rafael Uribe Uribe como único congresista liberal en la época de la hegemonía conservadora post nuñista y confesional; la locura de la Guerra de los Mil Días, y el regreso al poder de un liberalismo civilista, modernizante y con un discurso y una praxis que sacó a la Colombia del primer cuarto del siglo XX del sueño colonial en que estaba sumida.
Al referirme a las realizaciones, se me vino a la memoria la abolición de la esclavitud, la secularización del Estado, el derecho a la huelga, la jornada laboral de ochos horas, las prestaciones sociales, la introducción del concepto de la planeación en la gestión pública, la descentralización administrativa, el compromiso estatal con los menos favorecidos, la defensa de la producción nacional, el fortalecimiento de las entidades territoriales y el proceso de reforma constitucional que llevó a la redacción y promulgación de la carta de 1991, entre otras.
Pero fue al reflexionar sobre lo que debe decirle el liberalismo a la Colombia del tercer milenio, que se fortalecieron las convicciones que me mantienen en este camino; pues, finalmente, lo expresado atrás pasado es y quizás poco o nada signifique para las jóvenes generaciones que comparten esté tiempo y espacio con nuestros contemporáneos.
¿Cómo no encontrarle oficio al Partido Liberal en un país que se quedó a medio camino en su viaje hacia la consolidación del Estado Social de Derecho? La cada vez más amplia brecha entre los ricos y los pobres, la inmovilidad social que desestimula el trabajo y el estudio y la violación sistemática de los derechos fundamentales son temas urgentes de la agenda pública liberal. La modernización de la infraestructura vial y portuaria, la salvaguarda de la producción agropecuaria y la vida rural como asunto de seguridad nacional, la negociación de tratados comerciales desde la óptica del interés nacional, no la de algunos voraces sectores de la economía; la reforma agraria, el reordenamiento territorial basado en los realidades económicas, culturales y sociales y no en los intereses de los caciques electorales, y la autonomía de las regiones, son los objetivos de un gobierno del liberalismo colombiano en el siglo XXI.
Todo lo anterior y la urgencia de contar con una dirección del Estado amiga del liderazgo regional de Pereira, tal como lo fueron los presidentes de nuestro partido en las más florecientes etapas de la Villa de Cañarte, son las razones que me llevan a contestarle a mi amigo, el pesimista, que deseo seguir nadando, junto con los demás social demócratas, pues el triunfo no está en las carteras y contratos que puedan deparar las alianzas electorales, sino en la reconquista del poder y a eso no puede renunciar el liberalismo. Si no braceamos nos hundimos todos.

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