miércoles, marzo 31, 2010

Notas eutrapélicas

¿UNA DESPEDIDA FORZOSA?
Por Alonso Molina Corrales
Fue como un baldado de agua fría que el libro se me terminará después de 626 páginas, cuando la totalidad del tomo sumaba 762. ¿Será que tenía la ilusión de un cambio en el tono melancólico alcanzado por la obra; a fuerza de registrar el deterioro físico y mental del escritor; para dar paso a una alegría generada por el triunfo sobre la enfermedad o la milagrosa conquista de la inmortalidad? ¿Esperaba algo parecido a lo que sintió José Arcadio Buendía, cuando vio que Melquiades retornaba a Macondo rejuvenecido por el efecto de sus prótesis dentales?
Solo sé que los hombres congelamos a nuestros héroes en un estado ideal, muy similar al que mostraban por los tiempos de sus más renombradas gestas y las de Gabriel García Márquez han sido muchas: Un periodista reconocido en su tercer decenio de vida, un best seller orbital inmiscuido en política después de los cuarenta, el ícono del “boom latinoamericano”, un intelectual comprometido con polémicas causas en su madurez, un filántropo de la cultura, un amigo de los poderosos deseosos de sentarlo a la mesa; pero sobre todo y más durante el camino de la senectud, un escritor consumado, que ha ratificado su condición de hito universal de la literatura con cada una de sus obras y con el conjunto de las mismas.
Dispongo de instantáneas de cada etapa: Tengo grabado especialmente, un García Márquez instalado en sus cuarenta y en la cima proveida por “Cien años de soledad”, contándole al periodista Germán Castro Caicedo para la televisión, cómo trepaba la cordillera ese tren que llevó al adolescente costeño de Honda a la brumosa Bogotá, para continuar sus estudios de secundaria. También lo recuerdo hablando con Plinio Apuleyo Mendoza en Paris, cuando éste último preparaba “El olor de la guayaba” y luego, de blanco, recibiendo el Nobel en Estocolmo. Su foto en la contra carátula de la primera edición de “El General en su laberinto” en 1989, fue la evidencia de que la gloria literaria no protege a nadie de la vejez; ni siquiera al mago de Macondo con toda su alquimia.
Es que de sus más de ochenta años de vida, algo así como treinta y cuatro han representado para mí, ejemplo, inspiración, orgullo patrio, compromiso con Colombia y espíritu de superación. Es un héroe en un país donde no se visibilizan muchos referentes ejemplares.
Quizás por eso último, el final de la estupenda biografía de Gerald Martin titulada “Gabriel García Márquez, Una Vida”, me dejó un vacío abrumador. Ese dialogo final entre el biógrafo y el personaje de sus pesquisas, el día del homenaje de la Academia de la Lengua Española al escritor en Cartagena, fue una despedida definitiva que no tenía entre mis planes; era el abrupto despertar de una ensoñación, que discurría entre los tiempos cruzados de sus tramas y personajes y que le habían conferido al literato ante mis ojos, un aire de permanencia secular, que cubría incluso su humanidad envejecida.
Ahora, cuando su deterioro mental es un hecho conocido por todos –antes era un secreto entre su círculo íntimo-, solo queda por resaltar, junto con el biógrafo, la ironía de la vida: un trabajador de la memoria enfrenta la paulatina e indetenible pérdida de sus recuerdos. Parece algo ideado por el propio García Márquez; quizá sea el párrafo final de una existencia, que se confunde con la propia ficción de un creador obsesionado por “novelar” hasta sus circunstancias personales.
El autor de su propia leyenda, digita con dramatismo la última paradoja de sus días. La condena a la pérdida de consciencia a quien como él, estuvo conectado y comprometido con la realidad de su tiempo, parece el argumento de una obra literaria del realismo mágico o las postreras líneas de un relato, que bien pudieran competir con las del vendaval apocalíptico de “Cien años de soledad”.

1 comentario:

guillermogaertner dijo...

La lectura de tu nota sobre García Marquéz me remitió a una reflexión que sobre su obra y su traducción al alemán ocurrióseme años atrás cuando vivia en la ciudad de Colonia y después de ver la película sobre el cuento "Un señor muy viejo con unas alas enormes".

El audio es pésimo tecnicamente visto y espero que alguno de mis hijos me ayude a quitarle ruidos etc., pero a un volumen medio podrás escucharlo sin molestia: http://espanol.video.yahoo.com/watch/5462276/14376330

Sobre lo anterior comentó una amiga argentina (pintora y filosofa, filosofa pintora o ...): Estoy de acuerdo con lo que señalas. Más aún, el referente al que aludes tiene un sentido semiótico. Esa referencia con que los "que ven interpretan la imagen". Tu análisis del texto de Marquez me llevo a pensar con todo el respeto que le tengo a la lengua de precisión (como suponen los alemanes) y la pobreza de la lengua española para decir: los usos del decir. Ese contenido valorativo al que aduces desempeña un papel crucial en la interpretación del texto (y puede ir más allá) transformarse en la ideología subyacente. No es lo mismo decir tribu en español a decir generación. Totalmente cierto, no porque lo considere así sino porque simplemente así es. Lo llamativo también es, de suponerse la imposibilidad de encontrar el término correcto para traducir implica la necesaria capacidad de traducir, manteniendo el sentido profundo que el autor pretende enviar: el mensaje del texto. Y eso en narrativa es fundamental. Muy, muy interesnte tu análisis.

Esa apreciación me animó sabiéndote por tu Blog un conocedor de la obra garciamarquiana, un experto y no un aficionado como soy, a compartirte sin rubor mis pensamientos.

Suscribo tu afirmación "Es un héroe en un país donde no se visibilizan muchos referentes ejemplares. "

Guillermo